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Rodrigo Morales Vázquez, El fotógrafo del pueblo

CollageRodrigo2F
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Por Máximo Cerdio

Cuernavaca, Morelos; 25 de octubre de 2021.  El libro de fotografías de Rodrigo Morales Vázquez (21 febrero de 1977-2 de septiembre de 2021) es una propuesta que tiene ya varios años y es muy probable que se concrete pronto. Faltan algunos acuerdos sobre la metodología y la manera de recaudar fondos, para comenzar el proyecto.

Las primeras ideas

Rodrigo Morales Vázquez fue un fotógrafo autodidacta, tomó un curso básico de fotografía con Lázaro Sandoval. De allí comenzó a practicar solo, conoció por medio de YouTube el trabajo de algunos fotógrafos consagrados, vio tutoriales y seguramente platicó con otros fotógrafos. Su crecimiento en el manejo técnico con la cámara réflex fue rápido y su conciencia sobre la importancia de la imagen fija creció con la práctica.

Hace unos cuatro años, cuando descubrió su pasión por la fotografía, Rodrigo me platicó que quería documentar festividades, tradiciones, ceremonias y rituales de los pueblos de Cuernavaca, con la idea de imprimir calendarios, tazas, fotografías y venderlas en los lugares donde se realizaran estos acontecimientos.

Su intención no era lucrar, sino mostrar a la propia gente del lugar lo que hacían, lo que les daba identidad como comunidad o pueblo o como grupo.

Hay personas que no tienen la oportunidad de ver estas fiestas, de participar en estas celebraciones y con mi fotografía quiero compartir eso. Quiero mostrar que hay lugares muy bonitos, ocultos en las afueras de la ciudad para que la gente vaya o si no puede ir para que los disfrute a través de mis fotos, me dijo.

Rodrigo daba cobertura de estas celebraciones en algunas comunidades del centro y norte de Cuernavaca; hacía una selección de imágenes y las publicaba en su perfil de Facebook, y esto le permitió hacer más amigos y amigas y que su trabajo se conociera ampliamente.

Por invitación suya fui varias veces a documentar, para La Unión de Morelos, estas celebraciones y observé que le daban todas las facilidades y le tenían verdadero aprecio, “Los toros de fuego de La Mojonera” (14 de diciembre de 2017) y “Queman “torito” gigante en Ocotepec” (6 de mayo de 2019), son muestra esas coberturas.

Le daban chance de hacer fotos

Mucha gente (entre ellos algunos fotógrafos) se sorprenden por las imágenes que Rodrigo lograba capturar en acontecimientos dolorosos en los que no se puede estar si no se tiene vínculos afectivos, y menos tomando fotografías; él lo pudo hacer gracias a sus contactos, a su empatía; desde luego que también a su ojo fotográfico y a su técnica.

Él era muy conocido por sus andanzas en el barrio de San Antón, donde le apodaron el Monstruo de San Antón o el Monstruo del Salto (el barbarismo es “Mostro” o “Mounstro”), ´por su relación con los chavos cuando se incorporó al “camino del bien” y fue ayudante municipal de San Antón y de su trabajo como ambientalista durante la época que se opuso al tiradero de Loma de Mejía, así como por su trabajo en la instalación de los centros de acopio en la capital de Morelos.

Tenía entre sus contactos a activistas, líderes sociales, ambientalistas, ayudantes municipales, funcionarios, gente que participaba directa o indirectamente en las ceremonias, los conocía por cuestiones de amistad o por tratos comerciales: poesía un espacio en el tianguis dominical de Chamilpa y administraba el centro de acopio de esa comunidad.

Rodrigo siempre tenía algo que dar para quien lo necesitara, fuera quien fuera, y eso le abrió muchas puertas.

Los muertos

Hace unos cuatro años, a propósito de una serie de retratos de niños muertos y de documentales de fotografía post mortem que compartimos, le surgió la idea de fotografiar velorios. Hablamos de los riesgos que esto implicaba; algunas veces estuvo en peligro de que lo agredieran y comenzó a extremar precauciones.

Replicaba en su muro de Facebook algunos hechos violentos que ocurrían principalmente en el centro y en la zona norte de Cuernavaca (algunos documentamos por él mismo); cuando había un accidente o alguna muerte de algún conocido comentaba estas fatalidades, varios reporteros y portales de noticias usaban sus imágenes para ilustrar notas.

De los planos generales pasó, poco a poco, a los detalles. Sus seguidores y conocidos le fueron dando más confianza y lo llamaban para que fuera a tomar fotos de los velorios y de los entierros; en esa etapa a Rodrigo le pedían fotografiar cumpleaños de personas que no tenían para pagar una sesión o que padecían alguna discapacidad (varios eran niños o niñas).

También por esa época, Rodrigo comenzó a ser conocidos como El fotógrafo del pueblo.

De las fotos para el pueblo a las fotografías de Rodrigo

El interés inmediato de Rodrigo Morales Vázquez era mostrar al pueblo imágenes del pueblo en sus muy diferentes facetas, y desde luego que lo consiguió, tenía muchos seguidores en su página de Facebook que era el espacio donde podía compartir lo que terminó por volverse una pasión.

Hasta aquí, y hace aproximadamente dos años, Rodrigo había satisfecho su interés de retratar al pueblo: fotografías de festividades religiosas, retratos de velorios, de festejos privados, de paisajes de lugares cercanos a Cuernavaca hacia donde organizaba excursiones, fotografías de la luna; sus contactos le pedían fotos y él iba, tomaba las fotografías y las subía. Algunas veces conversamos sobre eso y percibí que le gustaba satisfacer a sus amigos y amigas con las fotos “por encargo”.

Le platiqué la afirmación complaciente de Gabriel García Márquez cuando le preguntaron por qué escribía: “Yo escribo simplemente para que mis amigos me quieran mucho y para que los que me quieren mucho me quieran más”, dijo.

Yo espero que cuando quieras fotografiar lo que a ti te interese, lo que a los demás les guste que fotografíes no te estorbe”, le advertí. Rodrigo sabía muy bien esto, mi señalamiento fue sólo para recordárselo.

Supo que podía seguir fotografiando escenas de los grupos, comunidades y de los pueblos, hacer retratos, poniendo algo suyo, un sello, una marca, un modo de mirar a lo “Rodrigo Morales Vázquez”, es decir, podía fotografiar desde sus propios ojos. Si bien existen en red social fotografías con muchos likes, muy compartidas y comentadas, en los dos últimos años de su vida sus imágenes se vuelven más humanas, más impactantes, más dramáticas.

De las imágenes que solamente mostraban a personas en una festividad, en un lugar y en una fecha determinada, fue mintiéndose más y más a los detalles. Rodrigo comenzó a captar estos hechos desde afuera, a prudente distancia, pero conforme le fueron dando confianza y él se fue involucrando más en lo que los protagonistas hacían, su fotografía pasó de lo puramente ilustrativo a lo emocional.

En noviembre de 2019, Rodrigo, su familia y yo fuimos a la Huehuenchada en Tetela del Volcán. Nos pusimos de acuerdo en el lugar donde nos veríamos después de la cobertura. Lo vi dos o tres veces haciendo foto, la salida de los muertos del panteón y el recorrido por el pueblo lo impactó. En esa ocasión, como en tantas otras que salimos a cubrir o a tomar fotografías, mi recuerdo de Rodrigo Morales Vázquez fue el de una persona haciendo lo que amaba, concentrada en lo que hacía, metida de lleno en el palpitar de la vida.

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Las impresiones de las fotos

La fotografía se podrá ver muy bien en un celular pero cuando se imprime pierde calidad, nitidez, definición, color; tiene mucho que ver el tamaño de la imagen en la impresión, dónde la imprimas, en qué papel la imprimas, es necesario que te vayas haciendo de una PC o una laptop con capacidad para que soporte algún programa de edición y para la gran cantidad fotos que seguramente tienes; debes aprender a editar, le comenté en una ocasión con motivo de una serie de fotografías que mandé a imprimir para una exposición.

Semanas después lo acompañé a hacer algunas impresiones de pruebas de sus fotografías y constató que era necesario aprender a editar.

Los marcos

Una de las últimas veces que platicamos sobre fotografía, Rodrigo me comentó que estaba guardando marcos para montar su exposición; al centro de acopio llegaban sucios, con el barniz descascarado o limpios y en buen estado, montaría allí las fotos; las imágenes debían corresponder con el estado físico del marco.

Por qué un libro de fotos de Rodrigo

Es importante publicar un libro impreso de algunas de las más logradas fotografías que hizo Rodrigo Morales Vázquez porque era su voluntad.

Platicamos del libro y pensamos que podríamos vivir muchos años para trabajar en el proyecto, editarlo, publicarlo, difundirlo; no está ahora para concluirlo, pero la familia tiene interés de editarlo.

Por otro lado, él documentó con gran calidad y con un interés altruista muchas festividades, tradiciones, ceremonias y rituales de Morelos, que pocos se han aventurado a hacer.

Vale la pena que el pueblo observe cómo Rodrigo lo vio, y que esta visión permanezca en un formato que no se limite a lo digital; también es importante que la muestra contenida en un formato impreso permanezca para las futuras generaciones y se difunda.

La propuesta de título es Rodrigo Morales Vázquez, el fotógrafo del pueblo, In memorian; de manera tentativa, el contenido del libro estará divididos en varias secciones y habrá un consejo editorial que trabajará con su familia para que decidan sobre el contenido, la calidad, el tiraje y otras características.

 

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