Kim Enro, la última línea
- by Redacción
Por Máximo Cerdio
Jjutla, Morelos; 16 de mayo de 2022. Kim Enro murió el 8 de mayo en Cuernavaca, Morelos, México; nació en la línea frontera de Vermont, Estados Unidos y Quebec, Canadá, el 5 de diciembre de 1952
Escapó de ser reclutado como combatiente el Vietnam y fue un activista defensor de inmigrantes.
Lo conocí el 9 de mayo de 2020, frente en la ofrenda a las víctimas, instalada al lado de una de las entradas al Palacio de Gobierno; abrazaba un cuadro con la fotografía de una mujer. Lo entrevistamos varios reporteros. Dijo que era un pastor de la Iglesia luterana y activista, y exigió a la Fiscalía General del Estado de Morelos el esclarecimiento del feminicidio de su esposa Iris Janet Figueroa Flores, asesinada en 2017 (https://www.launion.com.mx/morelos/sociedad/noticias/156681-para-mi-cada-dia-que-pasa-es-un-dia-sin-ella.html) en donde el denunciante dijo que era un pastor).
Me pareció que era importante conocer más sobre él y su compañera, y le pedí me diera más información, el accedió y me dio una dirección de correo electrónico desde donde me mandaría más datos.
Hasta este momento, no sabía que había crecido durante la guerra de Vietnam, ni que era activista y había trabajado con inmigrantes en Estados Unidos y varios países de Latinoamérica, yo vi en él a un hombre solitario y triste por el asesinato de su esposa.
Pasaron los días, los meses y no recibí noticia suya, pensé que el asunto acabaría allí, pero a principios de noviembre de ese año, me llegó un correo electrónico con un texto en Word de aproximadamente 19 cuartillas en donde me explicaba algunas circunstancias del asesinato de su esposa.
Le pedí una entrevista para precisar algunos datos y me la concedió. Me citó el 7 de noviembre de 2020 en el domicilio donde vivía, en Francisco Leyva, y ahí platicamos de Iris. Lloro y se le quebró la voz varias veces. Me mostró un pequeño altar que le había hecho a su esposa por el día de Muertos.
Le dije que el documento era muy extenso para publicarlo y que de las entrevistas que habíamos tenido y del texto que me había mandado obtendría de información para hacer una nota larga o reportaje denunciando la falta de interés de las autoridades por el asesinato de su esposa.
También acordamos que seguiríamos puliendo el texto completo para ver la posibilidad de editarlo en formato físico o electrónico, una vez que estuviera listo para su publicación.
Su historia podría inspirar o confortar a quienes también habían perdido a un ser querido y exigían justicia.
Nos despedimos y quedamos en buscarnos para seguir trabajando con el texto largo que me había entregado.
El reportaje se publicó el 9 de noviembre con el título “La historia de Iris y Kim” (https://launion.com.mx/morelos/sociedad/noticias/170394-la-historia-de-iris-y-kim.html)
Volví a verlo en algunas ocasiones en el centro de Cuernavaca, nos saludábamos y nos dijimos que estábamos trabajando en el texto.
Se salva de ir a Vietnam por una imprecisión del tiempo
En el texto que Kim me entregó y que estábamos revisando para su publicación, relata que nació en 1952 en la medianoche, entre el 4 y el 5 de diciembre.
“Entonces nací entre la frontera del espacio y el tiempo. Tuve dos actas de nacimiento, una del hospital y la otra del médico. Por una razón u otra mis papás eligieron el 5 de diciembre. Crecí durante la época de la guerra de Vietnam y la forma de reclutar a los muchachos a fuerza para mandarlos a la guerra era a través de una lotería basada en su fecha de nacimiento. Los del 4 de diciembre se fueron y los del 5 no. Nací y crecí en una zona fronteriza, sin darme cuenta hasta que me hice adulto con la formación que recibí gracias a este contexto. Aprendí a cruzar entre mundos, idiomas y culturas.
“A pesar de escapar de la guerra de Vietnam por la diferencia de un segundo de la hora, crecí en una sombra militar. Mi papá me crio para ser soldado y asistí a una academia militar después de terminar la preparatoria. Dejé la academia militar porque la meta del entrenamiento era eliminar el alma de los soldados para que fueran capaces de quitarle la vida a otro ser humano. Una gran parte de mi vida me dediqué a recuperar mi alma; esto es algo que me animó a entrar al activismo.
“Entonces he tenido tres formaciones en mi vida: la militar, porque me enseñaron cómo quitarle la vida a otro ser humano con entrenadores que eran combatientes de Vietnam; la biológica, porque me enseñaron a respetar a la vida, y la teológica, porque me enseñaron el misterio de la vida. Las tres juntas me han servido bien en mi camino”.
Su activismo en Estados Unidos
Kim Enro relata algunos pasajes de su estancia en Estados Unidos:
Cuando fui párroco en la ciudad de Washington. D.C. participé en el movimiento en contra del sistema racista de “apartheid” en Sudáfrica. Organicé la comunidad luterana para hacer protestas afuera de la embajada de Sudáfrica en 1985. Nos arrestaron por desobediencia civil.
En solidaridad con las protestas contra el apoyo del gobierno de los Estados Unidos al gobierno de El Salvador y su asesoría militar, participé en varias marchas y mítines. Estuve en una manifestación afuera de la Casa Blanca después de la matanza de los seis padres jesuitas y sus compañeras del trabajo en la UCA de San Salvador en noviembre de 1989. Otra vez nos arrestaron por desobediencia civil.
En Cuernavaca la primera vez
En los años ochenta Kim pasó por Cuernavaca y conoció el proyecto con Nuestros Pequeños Hermanos, que se fundó para atender a los niños y niñas que escapaban de la violencia que había en Centroamérica. No relata cuánto tiempo estuvo acá, sólo dice que, invitado por Rick Frechette, quien era sacerdote en Tegucigalpa, Honduras y había fundado un ministerio para ayudar a las víctimas de la guerra, principalmente menores de edad:
“Esta fue la primera vez que estuve en América Latina. Había conocido la pobreza antes, pero no como la pobreza extrema de Honduras. Este ‘bautismo’ fue mi primera inmersión en América Latina, y desde este momento empecé a profundizar mi compromiso con el pueblo”, relata.
El Salvador
Enro sintetiza su estancia de varios años en el Salvador en varios párrafos:
“En El Salvador conocí una pobreza extrema con una represión política contra los que luchaban por la justicia e igualdad. A finales de los ochenta empecé a participar y organizar delegaciones de solidaridad para concientizar a los norteamericanos sobre la guerra civil y animarlos de hacer incidencia para parar el apoyo de los gringos en favor de la guerra. La delegación más fuerte fue en febrero de 1990, cuando veinte de nosotros entramos en un pueblo que se llama Corral de la Piedra después de una masacre.
“Nuestra meta era desmilitarizar la zona como un escudo humano y recoger datos para denunciar el ataque contra los civiles. Obviamente los militares no querían permitirnos pasar al pueblo. Hubo un retén con una decena de soldados armados. El coordinador de nuestra delegación un salvadoreño, de nombre José Artiga, preguntó a los soldados: ‘¿Si rompemos el retén van a matarnos?” Le contestaron: ‘¿Les parecemos asesinos?’ Rompimos el retén con nuestros cuerpos empujando a los soldados y llegamos al pueblo.
“Gran parte de las víctimas eran niños y niñas. En la mayoría de los casos no era posible recuperar sus restos porque sus carnes y sus huesos estaban embarrados sobre las paredes de una casa donde habían buscado refugio en medio del ataque de los militares Salvadoreños.
Una de las hermanas religiosas en la comunidad logró ver con sus propios ojos al soldado en el helicóptero que disparaba a los niños y niñas.
Cualquier pacifismo que tuve antes lo perdí en este pueblo.
El dicho entre los militares era: “Para matar los peces tenemos que quitar el mar”. Es decir: los peces eran los combatientes del movimiento popular del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El mar era el pueblo. Todo era un blanco militar: la vaca, la milpa, la casa, los ancianos y ancianas, los niños y niñas.
En Vietnam la táctica se llamaba “tierra arrasada”. Los entrenadores quienes daban entrenamiento a los militares Salvadoreños eran excombatientes estadounidenses de Vietnam.
Su funeral
El pasado 13 de mayo, en la casa parroquia de la iglesia Luterana de Cuernavaca hubo una breve ceremonia religiosa de despedida en honor a Kim. Allí había aproximadamente 50 personas, entre ellos la hija y el hijo del pastor.
Allí, Rosario Hernández, su compañera de trabajo, relató que entre las motivaciones del pastor hacia el activismo en favor de los niños y los migrantes están dos hechos ocurridos en Washington D.C.
En Langley Park, en Maryland, hay población mayormente de inmigrantes y afroamericanos. Es una zona de bajos ingresos: 9 de cada 10 niños califican para recibir el desayuno gratis por parte del sistema escolar.
En una mañana de nieve, tres chicos de una escuela elemental se acercaron a una ventana de la donde estaba la directora realizando algunos trabajos administrativos. Cuando vio los tres niños les dijo: “no hay escuela vayan a su casa a divertirse con la nieve”. Los chicos se miraron entre sí y luego dijeron a la directora: “Sabemos que no hay escuela, pero ¿y nuestro desayuno?
A media milla de ahí se encuentran cuatro enormes esquinas con centros comerciales y supermercados, dónde se venden productos latinos y de otros países. Cada mañana al menos tres de las esquinas, desde las 4 o 5 de la mañana, un grupo de inmigrantes, en su mayoría hombres, llegan para ofrecer su mano de obra en los trabajos que se les requiera. Hasta allí, llegan contratistas o particulares a seleccionar como ‘ganado’, a los trabajadores que se llevarán. La suerte del trabajador está echada. ¿Le pagan un salario justo?
Esto marcaría profundamente a Kim, para abocarse a la defensa de los niños y los inmigrantes.
Rosario Hernández también dijo que en Washington el trabajo de Enro se extendió a la educación y participó en la creación de programas con apoyo de la Universidad de Maryland para evitar que los niños fueran cooptados por las pandillas. Algunos chicos que se beneficiaron por estos programas hoy son adultos graduados de alguna universidad.
La última línea
El texto que Kim escribió en noviembre de 2020, para relatar parte de su historia y los hechos del crimen en contra de Iris, termina con un párrafo que cuando lo leí me pareció una imagen más de resignación que de advertencia:
“Nací y crecí en una zona fronteriza y ahora otra vez estoy en la línea, en frente del muro, en la cortina, entre este mundo y el otro, listo para cruzar”.
Antes de que supiera de su muerte, pasaba algunas veces caminando por la banqueta de la casa donde él vivía. Es muy fácil recordarla por los alaridos morados de las buganvilias que se desbordan hacia la calle. Reducía la velocidad de mi paso cuando frente al portón y veía si Kim andaba por ahí para saludarlos.
Pasaré de nuevo y me detendré para recordarlo.