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Vivir con miedo, el trauma después del sismo

Calle-de-la-colonia-Emiliano-Zapata-en-Jojutla-Morelos-México-Foto-de-archivo.-Maximo-Cerdio

En la escala del Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) coloca los desastres naturales en el pico más alto de estrés que puede soportar el ser humano

Por Yesenia Daniel

Cuernavaca, Morelos, México; 23 de agosto de 2019. Jojutla, Morelos; 19 de agosto de 2019. A Paloma de 7 años de edad le daba terror dormir sola en su cama, a Griselda de 37, ya no le interesaba maquillarse ni arreglarse el cabello; Alejandro perdió peso de manera drástica y con los kilos también se le fueron algo de ganas de vivir; Luisa perdió su empleo y tardó meses para recuperar los ánimos de volver a salir a buscar uno; Miguel se volvió violento y llegó a lastimar a su esposa. Los síntomas del estrés post traumático suelen ser diversos, y a casi dos años del sismo hay cientos de personas que no saben que lo padecen.

En la escala del Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) coloca los desastres naturales en el pico más alto de estrés que puede soportar el ser humano; en el mismo rango están otros eventos desafortunados como la violación, la violencia a mano armada y la guerra.

Los habitantes de la zona sur, especialmente, estuvieron sometidos a una presión emocional de las más altas, las secuelas psicológicas son importantes y su atención y tratamiento deberían de serlo también.

Cada habitante de Jojutla tiene su propia versión de cómo vivió el sismo, y cuando se presenta el tema necesita hablar de ello, y decirlo se ha vuelto una parte importante de la sanación, son muy pocas las personas que recibieron atención psicológica tras el terremoto del 19 de septiembre de 2017, de hecho no hay registros oficiales, y el número de las personas que están llevando un tratamiento para atender el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) es más pequeño aun.

La psicóloga Olga Valerio Sánchez, docente del campus Jicarero de la Escuela de Estudios Superiores (EESJ) de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), explica las diferencias entre la rememoración, el Trastorno de Estrés Agudo y el Trastorno de Estrés Postraumático, siendo este último el que necesita mayor atención y un tratamiento, pues es una especie de “muerte chiquita”, una degeneración de la estabilidad emocional y física que pareciera que se puede autocontrolar, pero que surge con algún cambio importante o intempestivo en la vida de quien lo sufre.

“No es un ´ya supérenlo´, es una situación que seguimos viviendo, no se resuelve ni se quita solito, al contrario, se queda estacionado para otro momento de la vida”, explica la psicóloga.

La rememorización puede entenderse como el sentimiento de pérdida que percibe un sujeto cuando recuerda o ve imágenes u objetos que le recuerdan a algo o alguien querido; quienes hayan vivido el sismo han tenido esta sensación al recordar a un ser querido, casa, edificio, construcción, mobiliario urbano (llámese fuente, poste, faro, etcétera), monumento o símbolo que ya no está. La rememoración surge cuando afloran los recuerdos que se tejieron alrededor o a partir de estos símbolos, objetos o personas.

El Trastorno por Estrés Agudo lo vivieron todas las personas que presenciaron el sismo, es un período de adaptación de alrededor de 4 semanas más o menos en donde se asimilan los cambios, y durante este tiempo se presentan emociones como miedo, ansiedad, ganas de llorar, negación (“esto no nos pasó, no está pasando en Jojutla, parece una película”) pero poco a poco se va asimilando, quienes lo sufren encuentran formas de empezar a aceptar “su nueva realidad” saliendo a las calles y reconociendo los nuevos espacios, ayudando a otras personas, escribiendo, hablándolo o expresándolo a través de alguna manifestación artística.

Pero el Trastorno por Estrés Postraumático es un fantasma o un lobo que surge en los momentos oscuros de la vida de quien lo sufre, el padecerlo reduce la calidad de vida significativamente y puede llevar a la muerte, los síntomas pueden ser la poca tolerancia a situaciones ordinarias, el ya no disfrutar cosas que antes disfrutaba como hacer ejercicio o pasar tiempo con familia o amigos, falta de apetito, déficit en la calidad de sueño, insomnio, enojo, ansiedad, que es esa sensación de no tener el control de cosas esenciales en su vida, pánico, taquicardia, sudoración.

Lo peor es que el TEPT no viene solo, junto con todo este tren de ansiedad viene la depresión y el desgaste físico, y en ocasiones la muerte.

“Hay personas, sobre todo personas mayores que no soportaron ver su casa o su calle destruida, en Jojutla supimos de al menos tres o cuatro personas que murieron porque no aguantaron ver lo que ocurrió o ver cómo demolían su casa. Fue un tremendo golpe”.

A pesar de la tragedia del sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México que marcó para la capital del país un parteaguas en su historia, en nuestro país no existe un Programa de atención de Salud Mental pública que atienda contingencias o crisis emocionales como la vivida hace casi dos años en Jojutla, programa que sí existe en el país de Chile, por ejemplo, en donde se implementaron medidas de contención y tratamiento posterior por las secuelas emocionales.

El terremoto en Jojutla rebasó toda capacidad de asombro, ni la población ni los gobiernos en sus tres niveles supieron qué hacer ni por dónde empezar. En el aspecto emocional, las crisis nerviosas, el pánico a las réplicas y la ansiedad fueron atendidas en lo que los psicólogos conocen como “medidas de contención” por personas que vinieron a ayudar como sacerdotes, guías espirituales, psicoterapeutas o “couches” de vida; fueron de mucha ayuda porque no hubo psicólogos que alcanzaran a atender el asombro, pero una vez pasada la etapa de emergencia y más, era necesaria para muchas personas el tratamiento médico, considera la psicóloga Olga Valerio.

“Si ayudó muchísimo esa ayuda que vinieron a hacer muchos guías espirituales, sacerdotes, incluso couches porque los escucharon y les ayudaron a hacer catarsis pero se fueron y ya no regresaron, la ayuda no fue suficiente, faltó el tratamiento”, menciona la psicóloga.

El TEPT es un gran miedo que mueve otros miedos, por eso es necesaria su atención médica, “hay que enseñarle a los pacientes cómo enfrentar los ataques de pánico, por ejemplo”, explica la profesionista de la Salud.

En las personas adultas el TEPT se puede manifestar con un bajo rendimiento en el trabajo, por perder la tolerancia en la casa, por ejemplo, padres que pierden la paciencia rápidamente con los niños, decaer en diferentes aspectos de la vida, tener problemas de pareja; mientras que en los niños los síntomas se pueden manifestar con problemas de aprendizaje, miedo a las lluvias, a los rayos o truenos, miedo a las ventoleras, los niños que ya dormían solos en su cama o habitación ya no pueden dormir solos o mojan la cama.

Los niños o menores de edad son los pacientes más atendidos en el consultorio médico particular de la doctora Olga Valerio, pero eso no quiere decir que represente que fue el sector de la población más afectado, sino que sus papás al notar que el niño tiene problemas con alguna situación o miedo lo lleva a atención especializada, pues los adultos y sobretodo el género masculino cree ingenuamente que puede controlar tales miedos o se niega a recibir ayuda de un especialista.

La psicóloga Valerio considera que la ausencia de programas de salud pública en el tema de atención psicológica y la falta de presupuesto para ello, refleja el nivel de frialdad de las autoridades hacia temas humanos y sociales que evidencian también la falta de interés en el bienestar mental de la población.

Si alguien se identifica con alguno de los síntomas arriba descritos debe buscar ayuda profesional que debería encontrar en los sistemas DIF, Centros de Rehabilitación Integral (CRI), Cruz Roja, Hospitales públicos o de manera particular en consultorios psicológicos.

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