Demuestra ineptitud “FBI morelense” en el caso de Rodrigo Morales Vázquez
- by Redacción
Por Máximo Cerdio
Cuernavaca, Moerlos; 11 de octubre de 2021. Luis Andrés Morales Aguilar esperó durante más de cuatro horas para hablar con el presidente de México Andrés Manuel López Obrador a la salida de la 31/a Zona militar, sabía que saldría de allí después de encabezar la conferencia “Mañanera” y de atender a varios actores políticos locales y federales.
Había llegado desde las 7 de la mañana. Lo acompañaban un vecino de Chamilpa de nombre Bernardo García, su tío Fernando Morales y su novia Dayana Palacios; llevaban una lona y un sobre con un documento impreso en donde explicaba la falta de avances en la investigación por el homicidio de su padre.
“Señor presidente pido su apoyo para que se haga justicia por el asesinato de mi padre el ambientalista Rodrigo Morales Vázquez”, se podía leer en letras grandes.
En distintos momentos y en diferentes lugares, Luis Andrés había acompañado a Rodrigo, con el objetivo de saludar a Andrés Manuel y tomarle fotografías, votó por él y lo sigue en redes sociales.
“Esta vez, la cuarta, sabía que no estaba mi papá, pero por varios momento sentí que, como siempre, me estaba acompañando, que me estaba cuidado”, relató en entrevista en el Centro de Acopio de Chamilpa.
A las 11:40 la camioneta negra donde viajaba el presidente salió de la 31 Zona militar, ubicada en la Avenida Emiliano Zapata, y Luis Andrés, entre una gran cantidad de personas que querían saludar al mandatario o pedirle algo o tomarse una foto del recuerdo, se aproximó al automóvil que avanzaba muy lento. Desde ahí, Andrés Manuel pudo observar las mantas colocadas en la banqueta.
A las 11:41, según se puede observar en los metadatos de la fotografía capturada por el fotoperiodista Tony Rivera, Luis Andrés logró que el presidente de México abriera la ventanilla y lo saludara:
-Esa manta es por mi padre, lo asesinaron y queremos justicia- le dijo, llorando, Luis Andrés, mientras apretaba su mano.
-Vamos a hacer todo lo que esté de nuestro parte – le dijo Andrés Manuel al hijo de Rodrigo, y una chica escolta se le acercó para pedirle sus datos.
El sobre con la hoja de petición se había entregado minutos antes al representante del gobierno federal en Morelos, Carlos Brito Ocampo, a quien Luis Andrés explicó el caso.
El vehículo siguió su curso y avanzó rápido, mientras decenas de personas se abrían a su paso.
Un asesinato más: Fiscalía
Luis Andrés no hubiera tenido necesidad de pedir ayuda al presidente de México si el Uriel Carmona hubiera cumplido su palabra de encontrar a los responsables del asesinato.
El día del crimen, 2 de septiembre, circularon diferentes notas y comentario en redes sociales que consignaban el homicidio violento de Rodrigo Morales Vázquez: de un carro rojo, un grupo de personas le disparó con armas de fuego para robarlo, y escaparon con rumbo desconocido. Después se supo que no le habían quitado su cartera, ni sus tarjetas, ni la llave de su moto; sólo el celular había “desaparecido”.
El 6 de septiembre, un día después del entierro del fotógrafo y ambientalista, amigos, conocidos, familiares de éste organizaron una marcha desde avenida Universidad y Narciso Mendoza, colonia Santa María Ahuacatitlán, donde lo mataron a balazos, hasta la sede de la Fiscalía ubicada en Emiliano Zapata número 803, colonia Buenavista.
Llevaron mantas y gritaron consignas exigiendo justicia. Uriel Carmona se vio obligado a llegar a la Fiscalía y atender a los familiares en una reunión privada, ahí, prometió que encontraría a los responsables.
Después de la reunión, la Policía de Investigación Criminal sugirió a Luis Andrés y a sus familiares que investigaran qué había sucedido, ya que “los policías intimidan a la gente”.
De acuerdo con Luis Andrés, el fiscal general se portó muy amable, y les dijo que ya habían visto los videos de las cámaras y que actuarían en consecuencia; los citó para una reunión posterior.
La segunda reunión, el fiscal ya no llegó
El 22 de septiembre en las oficinas de la Fiscalía en Temixco, hubo una segunda reunión privada entre la familia de Rodrigo y Héctor René Barreto Orihuela, coordinador General de la Agencia de Investigación Criminal, a la que ya no fue el fiscal general; éstos dijeron a Luis Andrés que no había avances en la investigación porque las cámaras de C-5 no servían y los negocios que tienen cámaras instaladas no les habían querido dar las grabaciones, se tendrían que solicitar por medio de un juez.
Es decir, a casi un mes del asesinato de Rodrigo Morales Vázquez, la carpeta de investigación permanecía igual que al principio.
Esta falta de efectividad de la fiscalía fue motivo de críticas. El 16 de septiembre, después de la ceremonia cívica por el Día de la Independencia, en Plaza de Armas, el titular de la Comisión Estatal de Seguridad Pública (CESP), José Antonio Ortiz Guarneros, en entrevista, reveló que en los homicidios de Rodrigo Morales Vázquez, Alejandro García y Rafael Botello Martín, la CESP aportó los elementos necesarios como cámaras, testimoniales y hasta un reporte escrito a la Fiscalía. Dijo, incluso, que dio los posibles móviles y en esos tres casos se trató de “ejecuciones”, porque no robaron pertenencias.
La mujer que recogió el celular de Rodrigo
En esa segunda reunión, Luis Andrés relató al personal de la Fiscalía “asignada al caso” que una persona vio parte del asesinato.
Ésta le contó que el día 2 de septiembre, por la noche, Rodrigo llegó solo en su moto Yamaha FZ 180 a avenida Universidad y Narciso Mendoza, cerca de Bancomer y Bodega Aurrera; estacionó su motocicleta en la banqueta, rumbo al estadio Centenario. Ahí lo estaba esperando una chica, de estatura media, pelo negro a los hombros, que usaba lentes para ver. Cerca había un auto rojo, con una familia, que compró esquites a un vendedor que habitualmente se instala ahí, Rodrigo también compró esquites.
El testigo dijo que se metió a su casa a buscar algo, y que desde adentro escuchó varios disparos que provenían de la calle. Se asustó junto con su familia y todos se encerraron, y tardaron unos minutos en salir.
Cuando regresó a la calle vio que Rodrigo estaba tirado sobre la banqueta, bañado en sangre, y la chica estaba llorando a un lado de él. Herido le señalaba su hombro y la chica le subió la playera; luego la muchacha se acercó la boca, como si quisiera escuchar algo que él le quería decir. Cuando ella vio que Rodrigo no se movía tomó el celular, que había quedado en el piso, y se lo llevó en la mano; luego, la chava, llorando, se acercó a alguna vecina que andaba por ahí de curiosa y sorprendida por el asesinato, y ésta llamó por su nombre a la joven. En eso llegó la patrulla y comenzaron a ver lo que había ocurrido. La chica ya no estaba cuando llegó la policía.
La persona que relató esto dijo que no había oído motor de auto o de motocicleta previo a los disparos y después de éstos, y le pidió que no dijera su nombre porque tenía miedo.
El FBI morelense
El 13 de septiembre de 2021, en conferencia de prensa, Uriel Carmona afirmó que la capacitación del personal de la institución estaba sobrada y a nivel del FBI (Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos); esto, después de una reunión de intercambio de experiencias que tuvo la Fiscalía con personal del FBI y la policía de Canadá. Ahí mismo, el fiscal general dijo que pediría al Congreso del Estado mil millones de pesos para contratar más personal.
Las afirmaciones de Carmona Gándara fueron motivo de pitorreo en redes sociales. En otros ámbitos actores políticos criticaron a un fiscal que, siendo notario público, fue puesto en ese cargo por el ex gobernador Graco Ramírez para evitar acciones penales en su contra.
El 15 de septiembre, en entrevista, el gobernador Cuauhtémoc Blanco afirmó: “Sale a decir que está a nivel del FBI. Si yo le dijera al FBI, imagínate todos los casos que tiene y que ninguno ha resuelto, el FBI se va morir de la risa; ésa es la realidad que vivimos aquí, se va morir de la risa”.
El almirante en retiro José Antonio Ortiz Guarneros, por su parte, puso énfasis en la poca eficiencia de la Fiscalía: de los homicidios cometidos en la entidad, de 10 casos, los ministerios públicos sólo integran y ejercitan acción penal contra dos acusados.
El su informe el 8 de octubre, el comisionado pidió, ante el Pleno de los diputados, que la Fiscalía General del Estado que hiciera su trabajo, porque 96 por ciento de los delitos quedan impunes.
El 4 de octubre, abogados dieron a conocer una denuncia contra una funcionaria de la Fiscalía General del Estado, por tráfico de influencias y de extravío de documentos de la Dirección del Cuarto de Evidencias de la Fiscalía General del Estado, a la que se le asignó el número de carpeta SS01/60/2021.
Allí, el presidente de la Barra de Abogado, Miguel Ángel Rosete Flores pidió la renuncia de Uriel Carmona por su falta de eficiencia al frente de la Fiscalía. El FBI no tendría un Cuarto de Evidencia tan desordenado; ya hubiera esclarecido el caso de Samir Flores Soberanes, asesinado el 20 de febrero de 2019, en Amilcingo; el del empresario Jesús García, en la Plaza de Armas, el 8 de mayo de 2019, y donde el arma que usó el asesino fue extraída del Cuarto de Evidencias de la fiscalía; los asesinatos más recientes, el de Juan Jaramillo Frikas, el de Rodrigo Morales Vázquez el 2 de septiembre y el de Alejandro García Zagal, el 7 de septiembre; esto sin cortar las irregularidades en los procesos de inhumación e identificación de los cuerpos extraídos de la fosas clandestinas de Tetelcingo y Jojutla.
Las víctimas
Luis Andrés Morales Aguilar platicó que desde el asesinato de su padre, su vida ha cambiado mucho, y su ausencia lo ha afectado sobremanera.
Él trabajaba en el centro de acopio con su papá, era empleado, se encargaba de recoger la camioneta muebles y toda clase de artículos y metales que la gente quería desechar o que adquirían por medio del Facebook; recibía el material reciclado en el Centro de Acopio de Chamilpa, pagaba a los recolectores, entregaba el material a las recicladoras y recibía el dinero, le ayudaba a su papá a vender en el puesto del tianguis de Chamilpa los miércoles y los domingos. Siempre andaban juntos y le enseñó todo lo que sabe sobre la administración del Centro de Acopio.
“Mi papá era el administrador, y trabajábamos para él mi tío Fernando, mi abuelo Salomón Morales, el chofer Santiago Alpízar y yo. Hay cerca de 30 personas que llegan a entregar residuos y mi papá se los compraba. Ahora me encargo yo de todo eso”.
Luis Andrés tiene 24 años, estudió bachillerato en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep); tiene dos hermanas menores de edad, una estudia la preparatoria en una escuela privada, la más chica va en segundo de primaria en un colegio. Rodrigo pagaba colegiaturas y alimentos a sus hijas.
El hijo de Rodrigo relató que en la actualidad solicitaron ayuda de la Comisión Ejecutiva de Atención y Reparación a Víctimas del Estado de Morelos y que presentaron documentos y ese pedimento está en trámite. Su hermana más chica y la mamá de ésta ya tiene calidad de víctimas, pero faltan él y su hermana grande.
“En ningún momento, personal de la Fiscalía nos ofreció ayuda o nos dijo que teníamos derechos como víctimas. Nuestra familia y amigos activistas de mi papá nos ayudaron, nos asesoraron y en la actualidad nos siguen apoyando para que podamos sobreponernos a esto que nadie esperaba: ir a la fiscalía, reconocer el cuerpo, que nos lo entregaran, solicitar las pertenencias de mi papá, entre ellas la moto; el interminable y tardado papeleo para poder proceder al doloroso entierro; pudimos enfrentar todo esto con ayuda de nuestra propia familia y de particulares que apreciaba a mi papá. Queremos que este crimen no quede impune, exigimos que detengan a los autores materiales e intelectuales de este asesinato, y que se haga justicia, que va más allá de detener a los culpables. No queremos que la muerte de mi padre sea una más que pasa al olvido y en donde las autoridades no cumplen con su responsabilidad”.
La tan dolida ausencia
Desde hace más de un mes que ocurrió el asesinato de Rodrigo, Luis Andrés ha sido arrastrado por un torbellino de emociones, asumiendo responsabilidades de hermano mayor y de padre. Llora con frecuencia y no le da pena, dice que a él y a sus hermanas les hace mucha falta su papá, no estaba preparado para tomar el lugar de quien ama y a quien respeta, quien le enseñó a trabajar, con quien iba a todos lados como su gran amigo y maestro. Rodrigo nunca le dijo qué hacer si alguna vez faltaba, tenía muchos planes a futuro.
Constantemente le preguntan por él cuando va a recibir cosas recicladas o cuando le llevan material o van a pagar o a cobrar, y como no todos están enterados tiene que explicar una y otra vez cuándo, dónde y cómo asesinaron a su padre.
Luis Andrés dice que no recuerda nada terrible de Rodrigo, todo lo contrario, cosas muy alentadoras y bonitas; no le perdió el amor ni siquiera cuando le dijo, para hacerlo enojar, que iba a pedir trabajo como policía, o cuando se enfrentaron a golpes, hace más de un año:
“La banda me contaba cosas del Monstruo de San Antón, y me decía que tenía mucha fuerza y que era bien cabrón para los chingadazos. Ahí lo comprobé”, relata.
Todos los días lo recuerda en todos los lugares adónde va.
El jueves 2 de septiembre habíamos trabajado todo el día en el Centro de Acopio, y como a las seis de la tarde me dijo que yo cerrara la bodega, él iría a cobrar. Siempre se despedía de mí, me decía: “te vas con cuidado” o “nos vemos”; ese día me dijo: “Ai nos vemos”.
La última imagen de su padre vivo fue la de ese día, yéndose en su moto.