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“Turba de sonidos”, de Ricardo Venegas, publicado en España

Portada Turba de sonidos, Ricardo Venegas, Editorial Juglar, España, 2020.
Portada Turba de sonidos, Ricardo Venegas, Editorial Juglar, España, 2020.

Por Antonio Escobar

Ofrecemos una reseña de Antonio Escobar, a propósito de la reciente aparición del libro Turba de sonidos, del escritor morelense Ricardo Venegas, quien publica en España este poemario que mereció en 2008 el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta

El poemario “Turba de sonidos” del poeta Ricardo Venegas está compuesto por dos secciones que apelan a una poesía donde el amor le da comienzo a un desparramarse de versos bien trabajados, siendo éste uno de los ejes temáticos de la primera parte llamada Turba de sonidos como el poemario mismo. En algunas ocasiones esta representación es ausencia: “Vuelvo a nombrarte / desde la confusión de haber nacido / porque te reconozco / en cada cicatriz que te describe / en cada rostro que amó tu rostro / y se extravió en el polvo” vemos que en la pérdida se encuentra el anhelo de un amor ahora marchito.

Toda esta premonición se nos presenta como un viaje, el poemario es un trayecto a través del cual el sujeto lírico nos encamina hacia un punto de redención, cierto es que es un lamento, que verso a verso, rememora una vida ya pasada. Con un tono de lamentación, en ciertos puntos llegan a converger con la elegía, llega a tener un sentido elegiaco como vemos en los siguientes versos: “Apareció la luz aquella noche / no saben que lo he visto / en la madre que en un cerrar de ojos / encontró ángeles pequeños / llevaba en la mirada lo que no puede dar /  ningún hombre despierto”.

El hecho de que en momentos el sujeto lírico, el enunciador, esté representado por un niño, le da un tono intimista al poemario, y es una clara evocación del autor a la infancia. Puesto que todo poemario es parte vital de las experiencias de un autor, que las encabalga con sus experiencias literarias, para producir efectos polisémicos en el lector, esto es para darle dos planos de contenido a sus poemas; por una parte el propio, el superficial que se nos presenta de manera directa y llana; por otra parte el intertextual, el cual subyace en una segunda lectura.

Por otro lado encontramos que el poemario es un reclamo airado hacia el creador, donde la percepción del ser como tal, se ve abismada y abrumada ante la impotencia de la muerte, esta muerte que se nos presenta como un segundo eje temático en la primera parte del libro, y ante ella el hombre es impotente, y ni reclamar a Dios cambiará en nada el destino del hombre, los reclamos, las dubitaciones, se representan en varios momentos del poemario cuando el autor espeta: “¿Quién eres tú para decir no hay Dios?” o en este otro ejemplo: “Yo te perdono, Dios, desde la infancia, desde el niño llorando” entramos en una pendiente por descifrar la existencia de Dios, o si esta existencia es necesaria o inevitable: “¿Quién mueve la intuición inabarcable?” o “¿Quién tomará mis pasos para avanzar hacia un destino?”

La segunda parte del poemario llamada “El rumbo fugitivo” tiene un tono más sensual, y esto lo menciono ya que el eje de esta segunda sección es el mar, sigue teniendo su punto de encuentro con la primera parte en el sentido de que sigue siendo un viaje, pero ahora es a través del sentido líquido, de una sinestesia frecuente en nuestra tradición literaria mexicana: “De noche en la marea descubierta  vuelve lo perdido, sobre las aguas…”

Entiendo que en todo el poemario, pero más en esta segunda parte, la noción de soledad abruma al lector, las alegorías se vuelven más evidentes: “Vuelve una sábana solar desde la isla que emergió de una pupila” tanto isla como pupila son connotaciones de soledad, de melancolía, donde el autor termina por hacernos comprender que la vida es un viaje solitario en el que ni Dios es capaz de acompañarnos, como en el poema nueve de esta segunda sección: “Busqué mi perla y fui colmado por la luz del mar. Hay tanto alrededor que desconozco…” el sentimiento de ausencia de nuevo se nos presenta.

Para terminar encuentro en todo el poemario cierta relación, cierta evocación con el libro de Homero, “La Odisea” y el autor se cuida de esconder estos rasgos en gran medida, pero da ciertos resquicios donde advertimos este discurso subyacente: “Desde la proa dividimos el mar, sal sin origen de la palabra viaje, sal de los puertos soñados por Ulises” o en este otro ejemplo: “alguna vez abrieron el odre de los vientos y Ulises regresaba de la errancia (sic) cobijado por pieles invisibles” porque al final de cuentas todos los ejes temáticos que hasta aquí he descrito son paralelos con la obra ya mencionada, el poemario de Ricardo Venegas vale por eso, es un viaje de regreso a Ítaca, pero el autor nos deja entre la boca nuestra propia Ítaca, nuestra propia suerte, nuestra propia ausencia en una furiosa Turba de sonidos.

Turba de sonidos, Ricardo Venegas, Editorial Juglar, España, 2020.

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